Literatura

"El arte no es algo que se pueda tomar y dejar. Es necessario para vivir." Oscar Wilde

sábado, 4 de julio de 2009

ARTÍCULO


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Agradezco, primeramente, por el espacio que me concedieron Pé de J. Pauner y Aurora Sigüenza. Me contactaron para exponer mi trabajo. Así que les dejo el comentario que hice relativo a los libros de la semana que leo para nuestros lectores.
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Libro que se ha leído
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CANTOS DE MALDOROR
Del Conde de Lautréamont.
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......Esta obra conforma de cinco cantos, compuestos de estrofas, seguida por metáforas, palabras, sinónimos, conceptos abstractos, y no concretos. Cantos dedicados para toda persona, desde los que se hacen llamar poetas, lectores, dedicatorias al Viejo Océano, a los sepultureros. A Dios, como el destructor, como el Todopoderoso constructor. Buscador de formas poéticas, considerado uno de los autores malditos del Siglo XIX. Si uno se puede fijar —dependiendo de la traducción, combina una palabra que puede considerarse interjectiva, seguida de una tenue, no escandalosa. Eso lo hizo para introducirse en la mente del lector, y cambiar, posiblemente o con esa intención, cambiar el panorama reflexivo del quien lo leía.
......Un Dios borracho, una prostituta quejumbrosa, hablarle a los números, todos los pasadizos se recorren lentamente, y cualquier persona que esté estudiando puede quedarse en uno. De nuevo se regresa, y se vuelve a releer. Y podrán descubrirlo a continuación, de acuerdo a su poesía surrealista-crudeza fundamental para su obra, estilo único para revestirse en su seda putrefacta.
......¿Acaso no puede atrapar frases maquiavélicas? En contra de la aristocracia, a favor de lo que puede odiar, y detestar a la vez el sentimiento reiterado del amor
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......Los cantos los han considerado sádicos, sangrientos y violentos, degradando al hombre en las formas más ruines. Sin embargo, puede uno reconocer la semilla sensible que posee para alentar los ritmos melódicos de los cantos. Refinado, rico en sus imágenes, encadena la segunda y quinta manera del hombre, no del mediocre, sino lo que puede ser sensitivo, íntimo, lo inconsciente, y llega hasta esos pasadizos sin arrebatar detalles u objetos intrapersonales.
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......Del Canto Tercero, quinto párrafo (fragmento):
......“Un farol rojo, bandera del vicio, suspendido del extremo de una varilla, balanceada su armazón por todos los vientos, sobre una puerta maciza y carcomida. Un corredor sucio que olía a muslo humano, daba sobre un patio en el que buscaban su comida algunos gallos y gallinas más flacos que sus propias alas. Sobre la pared que servía de cerca al patio y daba al lado oeste, se habían practicado minuciosamente varias aberturas cerradas por ventanillos enrejados. El musgo revestía ese cuerpo de edificio, de vivienda a todas esas mujeres que exhiben, día a día, a los que entran, el interior de sus vaginas a cambio de unas monedas. Yo estaba sobre un puente cuyos pilares se hundían en el agua cenagosa de un foso. Desde ese plano elevado, contemplaba aquella construcción en el campo, agobiada por la vejez y los mínimos detalles de su arquitectura interna. A veces, la reja de un ventanillo se abría hacia arriba rechinando, como el impulso ascendente de una mano que violentaba la naturaleza del hierro; un hombre asomaba la cabeza por la abertura libre a medias, avanzaba los hombros sobre los que caía el yeso escamoso, y terminaba haciendo salir, mediante esa laboriosa extracción, su cuerpo cubierto de telarañas. Con las manos apoyadas a modo de corona sobre las inmundicias de toda clase que agobiaban el suelo con su peso, mientras la pierna permanecía todavía enganchada a la reja retorcida, recobraba su posición natural, e iba a enjuagar sus manos en una tina roja, cuya agua jabonosa había visto levantarse y caer a generaciones enteras, para alejarse después, lo más rápido posible, de esa calleja de arrabal, y respirar el aire puro en el centro de la ciudad. Cuando el cliente se había alejado, una mujer completamente desnuda salía a su vez del mismo modo, y se dirigía a la misma tina. Entonces los gallos y gallinas acudían en tropel desde diversos puntos del patio, atraídos por el olor seminal, la tiraban al suelo a pesar de sus vigorosos esfuerzos, pisoteaban la superficie de su cuerpo como si fuera un estercolero, y laceraban a picotazos, hasta hacer manar sangre, los labios fláccidos de su tumefacta vagina. Los gallos y gallinas, con el buche satisfecho, retornaban a escarbar la hierba del patio: la mujer, a la que habían dejado limpia, se levantaba trémula, sembrada de heridas, como alguien que despierta de una pesadilla.”

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-Diana Ferreyra

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Bibliografía:

Cantos de Maldoror. Conde de Lautreámont. Ediciones Coayacán. Impreso en México. 1994

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